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ENTRE PARÉNTESIS (10) - "Exilios" - Roberto Bolaño


Una de las partes que comoponen la obra "Entre paréntesis" (Ed. Anagrama) de Roberto Bolaño es la denominada Fragmentos de un regreso al país natal. En ella Bolaño nos habla de Chile y de su regreso a ese país después de abandonarlo en 1974, tras el golpe de Pinochet. En diferentes textos Bolaño narra cómo percibe el panorama literario actual chileno y nos cuenta sus propias sensaciones y reflexiones al volver al país de origen. En el texto titulado Exilios podemos leer, en la página 55, el siguiente fragmento:

"En el peor de los casos exiliarse es mejor que necesitar exiliarse y no poder hacerlo. El exilio, en la mayoría de los casos, es una decisión voluntaria. Nadie obligó a Thomas Mann a exiliarse. Seguramente las SS hubieran preferido que Thomas Man no se exiliase. Nadie obligó a James Joyce a exiliarse. Probablemente a los irlandeses de la época de Joyce les daba lo mismo que éste se quedase en Dublín, se fuese, se hiciese cura o se suicidase. En el mejor de los casos el exilio es una opción literaria. Similar a la opción de la escritura. Nadie te obliga a escribir. El escritor entra voluntariamente en ese laberinto, por múltiples razones, claro está, porque no desea morirse, porque desea que lo quiera, etc., pero no entra forzado, en última instancia entra tan forzado como un político en la política o como un abogado en el Colegio de Abogados. Con la gran ventaja para el escritor de que un abogado o un político al uso, fuera de su país de origen, se suele comportar como pez fuera del agua, al menos durante un tiempo. Mientras que a un escritor fuera de su país de origen pareciera como si le crecieran alas. Esa misma situación la podemos trasladar a otros ámbitos. ¿Qué hace un político en la cárcel? ¿Qué hace un abogado en el hospital? Cualquier cosa, menos trabajar. ¿Qué hace, en cambio, un escritor en la cárcel y en el hospital? trabaja. en ocasiones, incluso, trabaja mucho. Y no digamos los poetas. Por supuesto, se puede aducir que en la cárcel las bibliotecas son lamentables y que en los hospitales son a veces inexistentes. Se puede argumentar que el exilio presupone en la mayoría de los casos la pérdida de la biblioteca particular del escritor, entre otras pérdidas materiales, y en algunos casos incluso la pérdida de los papeles del escritor, manuscritos inacabados, proyectos, cartas. No importa. Es mejor perder los manuscritos que perder la vida. En cualquier caso, lo cierto es que el escritor trabaja esté donde esté, incluso cuando duerme, algo que no ocurre con los otros oficios. Los actores, se puede aducir, siempre trabajan, pero no es lo mismo: el escritor escribe y tiene conciencia de escribir, mientras que el actor, en una situación límite, sólo aúlla. Los policías siempre son policías, pero tampoco es lo mismo, una cosa es ser y otra cosa es trabajar. El escritor es y trabaja en cualquier situación. El policía sólo es. Lo mismo se puede aplicar al asesino profesional, al militar, al banquero. Las putas, tal vez, sean las que más se acercan al oficio de la literatura".

ENTRE PARÉNTESIS (8) - "Civilización" - Roberto Bolaño


En la página 120 del libro de Roberto Bolaño, "Entre paréntesis" (Anagrama), se puede leer lo que sigue:

"CIVILIZACIÓN
Para el personaje que interpretaba Robert Duvall en Apocalipse Now no había mejor desayuno que el olor del napalm. Ese olor le sabía a victoria. Puede ser. El olor a quemado (olor con ese punto ácido que, dicen, queda colgando en el aire) a veces sabe a victoria y otras veces sabe a miedo.
Nunca he olido el napalm. He olido la pólvora y el olor de la pólvora definitivamente no sabe a victoria sino a verbena, en algunos casos, y a miedo, en otros. El olor de los gases lacrimógenos, que suele preceder al olor de la pólvora en algunos países, sabe, por el contrario, a deporte y a descomposición estomacal. El olor de las marchas triunfales siempre sabe a polvo, un polvo hialino y solar que se adhiere como lepra en el pelo y en los brazos. El olor de las multitudes encerradas sabe a polvo y a muerte, tal vez la misma cosa. El olor de las multitudes en grandes espacios abiertos, como estadios o explanadas, sabe a miedo. Detesto los partidos de fútbol, los conciertos y los mítines: el miedo en esos escenarios a veces es insoportable.
Por el contrario, me gusta pasear, junto con los viejos verdes, por el Paseo Marítimo de Blanes en verano. Me gusta contemplar la playa. Allí, en esa aglomeración triunfal de cuerpos semidesnudos, hermosos y feos, gordos y flacos, perfectos e imperfectos, el aire nos trae un olor magnífico, el olor de las cremas bronceadoras. Me gusta el olor que desprende esa masa de cuerpos abigarrados. No es enfático, pero tonifica. No es perfecto. A veces, incluso, es un olor melancólico. Y puede que hasta metafísico. Los mil ungüentos bronceadores, las cremas de protección solar. Huelen a democracia, huelen a civilización."

ENTRE PARÉNTESIS (7) - "Intento de agotar a los mecenas" - Roberto Bolaño


En la página 193 del libro "Entre paréntesis", de Roberto Bolaño, nos encontramos este texto donde el autor despliega, a partes iguales, humor y mala hostia:

"INTENTO DE AGOTAR A LOS MECENAS
Nunca tuve un mecenas. Nunca nadie me conectó con nadie para hacerme beneficiario de una beca. Nunca ningún gobierno ni ninguna institución me ofreció dinero, ni ningún caballero elegante se sacó la chequera delante de mí, ni ninguna señora trémula (de pasión por la literatura) me invitó a tomar el té y se comprometió a pagarme una comida diaria. Pero con el tiempo he conocido, personalmente o a través de lecturas, a muchos mecenas.
El más común de todos es el cuarentón homosexual que de pronto advierte que su vida está vacía y que se dedica, morosamente, a llenarla de sentido. Este tipo de mecenas lo que en el fondo quiere es ser artista y tener a su vez un mecenas, un mecenas cuarentón y violento, que a su vez también tiene un mecenas, el cual a su vez es apadrinado por otro mecenas, y así hasta el infinito. Generalmente las obras que enloquecen a este tipo de mecenas son los falsos autorretratos.
También existe el mecenas con vínculos sanguíneos. Suele ser hermano o hermana del artista o poeta en cuestión y la relación que se establece entre ambos es como la del pájaro y el peñasco. En ese ámbito a la necesidad desesperada se la conoce con el nombre de amor. La derrota en todos los frentes está asegurada.
Luego viene el mecenas invisible. Su apadrinado jamás lo tuteará. De hecho, en algunos casos, jamás lo verá. El mecenas invisible es capaz de violar a un escritor sin que éste se dé cuenta. El mecenas invisible no es, como podría pensarse, un ser discreto y prudente. Más bien al contrario: suele ser un patán astuto.
Después tenemos a la abuelita melancólica. Que no es, por supuesto, abuela, ni siquiera tía abuela, de sus apadrinados, y cuya imagen se corresponde en parte a aquellas viejas damas rusas amantes de las letras que durante una época pulularon por París, Venecia y Ginebra. Las abuelitas visten impecablemente bien. Hablan de Proust como si lo hubieran conocido. A veces evocan veladas a la luz de las velas en palacios de los que uno no ha oído hablar jamás. Tienen (por ignorancia) en alta estima a los autores que han sido traducidos a más de tres lenguas y su colección de diccionarios y enciclopedias suele ser admirable. Están en peligro de extinción.
No están en peligro de extinción, por el contrario, los agregados culturales que en las noches de luna llena se creen mecenas. De más está decir, puesto que todo el mundo lo sospecha, que los agregados culturales tienen mucho más de agregados que de culturales. Durante sus breves reinados sus amigos medran lo que pueden, que generalmente es poco, pero que para ellos es mucho, es todo.
Tampoco están en peligro de extinción los profesores latinoamericanos en universidades norteamericanas. Su concepción del mecenas se sustenta en la fuerza bruta y en una cobardía sin fin. La mayoría son de izquierda. Asistir a una cena con ellos y con sus favoritos es como ver, en un diorama siniestro, al jefe de un clan cavernícola comiéndose una pierna mientras sus acólitos asienten o ríen. El mecenas profesor en Illinois o Iowa o Carolina del Sur se parece a Stalin y allí radica su más curiosa originalidad.
Después viene una masa amorfa de mecenas de distinto pelaje y de distinta desgracia. Están las vírgenes neuróticas, el hombre de las gauchadas, el que lo hace por spleen, las casadas insatisfechas, los funcionarios suicidas, el poeta que de pronto descubrió que carecía de talento, el que cree que nadie lo entiende, el borracho que recita a Salustio, el gordito al que le gustaría ser flaco, el resentido que quiere levantar un nuevo canon, el neoestructuralista que no entiende ni la mitad de lo que dice, el sacerdote que pena por el infierno, la señora que vela por las buenas costumbres, el empresario que escribe sonetos.
Detrás de esta muchedumbre, sin embargo, se esconde el único, el verdadero mecenas. Si uno tiene la suficiente paciencia como para llegar hasta allí, tal vez lo pueda ver. Y si lo ve probablemente acabe defraudado. No es el diablo. No es el estado. No es un niño mágico. Es el vacío."

ENTRE PARÉNTESIS (6) - "Sol y calavera" - Roberto Bolaño


El origen de lo narrado en el siguiente relato probablemente se halla en alguna observación realizada por el autor en un rutinario día de playa en Blanes. Lo interesante, al menos para mí, es como de un hecho aparentemente trivial Bolaño es capaz de extraerle toda la "sustancia". Hay otro relato suyo, "El peor verano de mi vida, la playa", que también habla del mismo hecho, añadiéndole algunos elementos más a la historia aquí planteada. "El peor verano..." describe cómo es la vida de un yonqui en proceso de desintoxicación y que baja todos los días a la playa.
"Sol y calavera" está extraído del libro de Bolaño, "Entre paréntesis" (Anagrama), de su página 145.

"SOL Y CALAVERA
El otro día estaba en la playa y creí ver un cadáver. Me hallaba sentado en uno de los bancos del Paseo Marítimo de Blanes quitándome la arena de los pies, esperando a que mi hijo se quitara la arena de los pies para marcharnos a casa, cuando creí ver un cadáver. Me levanté y miré con atención: una mujer ya muy mayor estaba debajo de una sombrilla leyendo un libro y junto a ella un hombre de su misma edad, tal vez con algunos años más, vestido con un traje de baño mínimo, se tostaba al sol. La cara del hombre era muy parecida a una calavera. Lo vi y me dije que ese hombre no iba a tardar en morir. Comprendí también que su mujer, esa vieja y apacible lectora, lo sabía. Ella estaba sentada en una silla plegable con respaldo de lona de color azul. Una silla pequeña pero cómoda. Él estaba estirado en la arena y sólo su cabeza quedaba bajo la sombrilla. En su cara creí ver una mueca de satisfacción o tal vez sólo estaba dormido mientras su mujer leía. Su cuerpo se veía muy bronceado. Esquelético, pero bronceado. Eran turistas del norte. Posiblemente alemanes o ingleses. Tal vez fueran holandeses o belgas. Eso realmente no importa. El rostro de él, a cada segundo que pasaba, se asemejaba más al de una calavera. Y sólo entonces me di cuenta de con qué avidez, con qué abandono, se exponía a la luz solar. No usaba crema protectora. Y sabía que se moría y tomaba el sol a la brava como quien se despide de alguien muy querido. El viejo turista se despedía del sol y de su propio cuerpo y de su vieja mujer que estaba a su lado. Era cosa de verlo y admirarlo. No era un cadáver el que se estaba tostando allí en la arena, sino un hombre. Y con qué valentía, con qué delicadeza."

ENTRE PARÉNTESIS (5) - "Borges y los cuervos" - Roberto Bolaño


En el libro de Roberto Bolaño, "Entre paréntesis", se puede leer en su página 144 el siguiente texto (de precioso título, todo hay que decirlo) a propósito de su venerado Jorge Luis Borges:

"BORGES Y LOS CUERVOS
Estoy en Ginebra y busco el cementerio en donde está enterrado Borges. La mañana es fría y otoñal, aunque por el este se vislumbran unos cuantos rayos de sol que hacen sonreír a los ginebrinos, gente obstinada y de gran tradición democrática. El Plainpalais, el cementerio en donde está Borges, es el cementerio ideal: dan ganas de venir aquí cada tarde a leer un libro, sentado delante de la tumba de algún consejero de Estado. Más que un cementerio esto parece un parque, un parque extremadamente cuidado hasta en sus más pequeños detalles. Cuando le pregunto al sepulturero por la tumba de Borges, mira el suelo, mueve la cabeza y me indica el lugar con palabras precisas. No hay forma de perderse. Por sus palabras es fácil deducir que el tránsito de visitantes es continuo. Pero esta mañana el cementerio está literalmente vacío. Y cuando por fin llego a la tumba de Borges no hay nadie en los alrededores. Pienso en Calderón, pienso en los románticos ingleses y alemanes, pienso en lo extraña que es la vida, o mejor dicho: no pienso absolutamente nada. Sólo miro la tumba, la piedra grabada en donde está escrito el nombre de Jorge Luis Borges, el año de su nacimiento, el año de su muerte y un verso en lengua germánica. Y luego me siento en un banco que está enfrente de la tumba y un cuervo dice algo, con un sonido ronco, a pocos pasos de mí. ¡Un cuervo! Como si en lugar de estar en Ginebra estuviéramos en un poema de Poe. Sólo entonces me doy cabal cuenta de que el cementerio está lleno de cuervos, enormes cuervos negros que se suben a las lápidas o a las ramas de los viejos árboles o que corren por el cuidado césped del cementerio de Plainpalais. Y entonces siento ganas de caminar, de recorrer más tumbas, tal vez con suerte pueda encontrar la de Calvino, y eso hago, cada vez más inquieto, mientras los cuervos me siguen sin traspasar los límites estrictos del cementerio, aunque supongo que alguno de vez en cuando sale volando de allí y se va a posar en las orillas del Ródano o en las orillas del lago, para contemplar a los cisnes y los patos, con algo de desdén, claro."

ENTRE PARÉNTESIS (4) - "La mejor banda" - Roberto Bolaño


En el libro "Entre paréntesis" (Anagrama), de Roberto Bolaño, podemos leer en la página 109:

"LA MEJOR BANDA
Si tuviera que asaltar el banco más vigilado de Europa y si pudiera elegir libremente a mis compañeros de fechorías, sin duda escogería un grupo de cinco poetas. Cinco poetas verdaderos, apolíneos o dionisiacos, da igual, pero verdaderos, es decir con un destino de poetas y con una vida de poetas. No hay nadie en el mundo más valiente que ellos. No hay nadie en el mundo que encare el desastre con mayor dignidad y lucidez. Son, en apariencia, débiles, lectores de Guido Cavalcanti y de Arnaut Daniel, lectores del desertor Arquíloco que atravesó un campo de huesos, y trabajan en el vacío de la palabra, como astronautas perdidos en un planeta sin salida posible, en un desierto en donde no hay lectores ni editores, sólo construcciones verbales o canciones idiotas cantadas no por hombres sino por fantasmas. En el gremio de los escritores son la joya más grande y menos codiciada. Cuando un enloquecido joven de dieciséis o dicisiete años decide ser poeta, es desastre familiar seguro. Judío homosexual, medio negro, medio bolchevique, la Siberia de su destierro suele cubrir de oprobio también a su familia: los lectores de Baudelaire no lo tienen fácil en la ESO, ni con sus compañeros de clase ni mucho menos con sus profesores. Su fragilidad, sin embargo, es engañosa. También su humor y las manifestaciones caprichosas de su amor. Tras esas sombras vagas se encuentran acaso los tipos más duros del mundo y seguramente los más valientes. No por nada descienden de Orfeo, que marcaba la cadencia del remo de los Argonautas y que bajó al infierno y volvió a subir, menos vivo que antes de la hazaña, pero vivo al fin y al cabo. Si tuviera que asaltar el banco más protegido de América, en mi banda sólo habría poetas. El atraco concluiría, probablemente, de forma desastrosa, pero sería hermoso.

ENTRE PARÉNTESIS (3) - "Consejos sobre el arte de escribir cuentos" - Roberto Bolaño


En la página 324 del libro de Bolaño "Entre paréntesis" se puede leer lo siguiente:

"CONSEJOS SOBRE EL ARTE DE ESCRIBIR CUENTOS

Como ya tengo cuarentaicuatro años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos. 1) Nunca aborde los cuentos de uno en uno. Si uno aborda los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. 2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si se ve con energía suficiente, escríbalos de nueve en nueve o de quince en quince. 3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, y además leva en su interior el juego más bien pegajoso de los espejos amantes: una doble imagen que produce melancolía. 4) Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo y a Monterroso. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral. 5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura. 6) Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así. 7) Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval! 8) Lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges. 9) La verdad de la verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. 10) Piensen en el punto número nueve. Piensen y reflexionen. Aún están a tiempo. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas. 11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, el Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas, y Mientras ellas duermen, de Javier Marías. 12) Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo."

P.D.: Siempre que puedo busco el texto en la Red para no tener que copiarlo. Éste, sin ir más lejos, lo encontré en Internet (http://litterarius.com.es/cons_bolano.htm); al compararlo con el original (el que aparecía en el libro), me encontré con algunas pequeñas modificaciones, sin importancia, pero también había otras más graves y hasta humorísticas. Por ejemplo, en el punto 4, donde Bolaño recomienda unos cuantos autores para leer, el autor de la web de donde extraje el texto se atreve a incluir uno más en la nómina: Gabriel García Márquez. También en el punto 11 aparece una lista con varias obras dignas de ser leídas, pues bien, el tipo de la web consideró que Mientras ellas duermen, de Javier Marías, no merecía estar entre esas obras.
Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que dice Roberto Bolaño, pero en cualquier caso conviene no alterar sus palabras.
MORALEJA: Cuidado cuando fusiléis textos procedentes de la Red. Tomaos la molestia de contrastarlos si no queréis tener desagradables sorpresas.

ENTRE PARÉNTESIS (2) - "Pezoa Véliz" - Roberto Bolaño

Extraído del libro de Roberto Bolaño, "Entre paréntesis", pág. 155.

Entre la nómina de numerosos autores/libros que menciona Bolaño -y que constituye una auténtica guía de lectura- no faltan nombres de autores casi desconocidos, como es el caso de Pezoa Véliz. Leyendo este texto, uno no sabe si está ante un autor real o ante uno de esos personajes bolañianos, solitarios y asociales, pero con una determinación heroica. Obsérvese el sarcasmo que recorre el texto (también el resto del libro), especialmente en la tunda de estacazos que le cae al "especialista" Armando Donoso. En cuanto al poeta Pezoa Véliz, a pesar de que también recibe estopa la mirada de Bolaño hacia él no está exenta de ternura.

"PEZOA VÉLIZ
Pezoa Véliz sin duda es el poeta menor por excelencia del Parnaso chileno y también uno de los más misteriosos, empezando por su apellido, que algunos escriben con z y otros con s. Armando Donoso, uno de los primeros especialistas en su obra, aunque aquí la palabra especialista sin duda es excesiva dice de él, de entrada, que era un mal poeta, autor sólo de tres poemas pasablemente buenos. Después lo trata de haragán, de plagiario más o menos consciente, de trepa y oportunista, aunque por otra parte se demora más de dos páginas en desmentir la fama de bastardo o hijo natural que pesaba sobre el poeta y que Armando Donoso, basándose en unas cartas, aclara con más voluntad que objetividad.
En el Chile de 1927, fecha de edición de las Poesías y prosas completas de Carlos Pezoa Velis (Nascimento, con recopilación y estudio de Armando Donoso, que entonces, es de suponer, era alguien y ahora es nadie), a diecinueve años de la muerte del poeta, ocurrida antes de cumplir éste los veintinueve, ser bastardo o no ser bastardo no era una cuestión baladí. Y el tal Donoso se aplica a su argumentación con una energía que hoy más bien parece un ataque de nervios. Con historiadores de ese calibre casi es preferible el olvido.
Sin embargo, y en esto no yerra Domingo, hay hechos insoslayables. Pezoa fue pobre toda su vida. Tuvo una madre que más que madre era una maldición gitana. Su educación fue mala. Su poesía adolece de casi todos los tics del modernismo y de pocas de sus virtudes. Su relación con las mujeres fue complicada. Su relación con la sociedad fue imposible: Pezoa, en el fondo, a la manera de tantos escritores, sólo quería medrar, aunque para llegar a ese punto tuviera que pasar por etapas tan contradictorias como el anarquismo, que lo sedujo, y por la burocracia, en donde encontró la paz de espíritu, un sueldo, las necesidades cubiertas, algo de tiempo para escribir. Las historias que lo sobreviven son de aquellas que hacen llorar: un Chile en blanco y negro, como si el país nunca hubiera existido.
Pero escribió más de tres poemas (tal vez seis o siete) bueno, y uno de ellos, "Tarde en el hospital", posiblemente poco antes de morir, auténticamente bueno. Y allí sigue, encamado, el melancólico Pezoa Véliz."

Por curiosidad, he buscado el poema mencionado:

Poema Tarde en El Hospital
de Carlos Pezoa Véliz


Sobre el campo el agua mustia
cae fina, grácil, leve;
con el agua cae angustia:
llueve

Y pues solo en amplia pieza,
yazgo en cama, yazgo enfermo,
para espantar la tristeza,
duermo.

Pero el agua ha lloriqueado
junto a mí, cansada, leve;
despierto sobresaltado:
llueve

Entonces, muerto de angustia
ante el panorama inmenso,
mientras cae el agua mustia,
pienso.

ENTRE PARÉNTESIS (1) - "Sevilla me mata" - Roberto Bolaño


En el volumen "Entre paréntesis" (Edit. Anagrama, 2004), publicado después de su muerte, se recogen algunos textos de Bolaño: entrevistas, discursos, artículos..., algunos de los cuales tienen indudable interés para todos sus seguidores, entre los que me incluyo.

Lo que sigue está extraído de la pág. 311 y es uno de esos textos, en concreto, el discurso inacabado que Roberto Bolaño se proponía leer en su intervención del I Encuentro de Escritores Latinoamericano, organizado por la editorial Seix Barral y celebrado en Sevilla el mes de junio de 2003. Bolaño leyó finalmente el texto "Los mitos de Chtulhu", leído anteriormente durante el curso que le dedicó la "Cátedra de las Américas" (Institut Català de Cooperació Iberoamericana de Barcelona) en noviembre de 2002. El texto está recogido en el volumen Palabra de América (Barcelona, Seix Barral, 2003, pp. 17-21), donde se reúnen las ponencias de los doce participantes en el encuentro. Roberto Bolaño moriría no mucho después, el 15 de julio de 2003.

El discurso, posteriormente, no estuvo exento de polémica, como suele ser habitual con las palabras de Roberto Bolaño, con las que no sabe uno a qué atenerse, y capaces de granjearse amigos y enemigos en proporciones iguales. Y si no, lean y traten de dilucidar (especialmente a partir de la parte 3, en lo tocante a la nómina de las nuevas promesas latinoamericanas) si en lo que dice hay realmente elogio o es más bien ironía (probablemente, ambas cosas):

"SEVILLA ME MATA

1. El título. En teoría, y sin que yo tuviera nada que ver en la elección del tema,, mi conferencia debía llamarse "De dónde viene la nueva literatura latinoamericana". Si me atengo fielmente al título, la respuesta no sobrepasará los tres minutos. Venimos de la clase media o de un proletariado más o menos asentado o de familias de narcotraficantes de segunda línea que ya no desean más balazos sino respetabilidad. La palabra clava es respetabilidad. Ya lo escribió Pere Gimferrer: antaño los escritores provenían de la clase alta o de la aristocracia y al optar por la literatura optaban, al menos durante un tiempo que podía durar toda la vida o cuatro o cinco años, por el escándalo social, por la destrucción de los valores aprendidos, por la mofa y la crítica permanentes. Por el contrario, ahora, sobre todo en Latinoamérica, los escritores salen de la clase media baja o de las filas del proletariado y lo que desean, al final de la jornada, es un ligero barniza de respetabilidad. Es decir, los escritores ahora buscan el reconocimiento, pero no el reconocimiento de sus pares sino el reconocimiento de lo que se suele llama "instancias políticas", los detentadores del poder, sea éste del signo que sea (¡a los jóvenes escritores les da lo mismo!), y, a través de éste, el reconocimiento del público, es decir la venta de libros, que hace felices a las editoriales pero que aún hace más felices a los escritores, esos escritores que saben, pues lo vivieron de niños en sus casa, lo duro que es trabajar ocho horas diarias, o nueve o diez, que fueron las horas laborables de sus padres, cuando había trabajo, además, pues peor que trabajar diez horas diarias es no poder trabajar ninguna y arrastrarse buscando una ocupación (pagada, se entiende) en el laberinto, o, más que laberinto, en el atroz crucigrama latinoamericano. Así que los jóvenes escritores están, como se suele decir, escaldados, y se dedican en cuerpo y alma a vender. Algunos utilizan más el cuerpo, otros utilizan más el alma, pero a fin de cuentas de lo que se trata es de vender. ¿Qué no vende? Ah, eso es importante tenerlo en cuenta. La ruptura no vende. Una escritura que se sumerja con los ojos abiertos no vende. Por ejemplo: Macedonio Fernández no vende. Si Macedonio es uno de los tres maestros que tuvo Borges (y Borges es o debería ser el centro de nuestro canon) es lo de menos. Todo parece indicarnos que deberíamos leerlo, pero Macedonio no vende, así que ignorémoslo. Si Lamborghini no vende, se acabó Lamborghini. Wilcock sólo es conocido en Argentina, y únicamente por unos pocos felices lectores. Ignoremos, por lo tanto, a Wilcock. ¿De dónde viene la nueva literatura latinoamericana? La respuesta es sencillísima. Viene del miedo. Viene del horrible (y en cierta forma bastante comprensible) miedo de trabajar en una oficina o vendiendo baratijas en el Paseo Ahumada. Viene del deseo de respetabilidad, que sólo encubre el miedo. Podríamos parecer, para alguien no advertido, figurantes de una película de mafiosos neoyorquinos hablando a cada rato de respeto. Francamente, a primera vista componemos un grupo lamentable de treintañeros y cuarentañeros y uno que otro cincuentañero esperando a Godot, que es en este caso el Nobel, el Rulfo, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Rómulo Gallegos.

2. La conferencia debe continuar. Espero que nadie me tomes a mal mis anteriores palabras. Era broma. Lo escribí, lo dije, sin querer. A estas alturas de mi vida ya no quiero más enemigos gratuitos. Estoy aquí porque quiero enseñaros a ser hombres. No es verdad. Era broma. En realidad, me muero de envidia cuando os veo. No sólo a vosotros sino a todos los jóvenes escritores latinoamericanos. Tenéis futuro, os lo puedo asegurar. Pero no es verdad. Era broma. Ese futuro es tan gris como la dictadura castrista, como la dictadura de Stroessner, como la dictadura de Pinochet, como los innumerables gobiernos corruptos que se han sucedido uno detrás de otro en nuestra tierra. Espero que a nadie se le ocurra desafiarme a pelear. No puedo hacerlo por prescripción médica. De hecho, cuando acabe esta conferencia pienso encerrarme en mi habitación a ver películas pornográficas. ¿Que quieren que vaya a visitar la Cartuja? Ni de chiste. ¿Que quieren que vaya a un tablado flamenco? Se equivocaron, una vez más, conmigo. Yo sólo voy a un rodeo mexicano o chileno o argentino. Y una vez allí, entre el olor a bosta fresca y copihues, procedo a quedarme dormido y a soñar.

3. La conferencia debe poner los pies en el suelo. Es verdad. Pongamos los pies en el suelo. A algunos de los escritores invitados los considero mis amigos. De ellos, por otra parte, sólo espero delicadezas hacia mi persona. A los demás no los conozco, pero a algunos los he leído y de otros tengo excelentes referencias. Por supuesto, faltan escritores sin los cuales no se entendería esta entelequia que por comodidad llamamos nueva literatura latinoamericana. Es de justicia citarlos. Comenzaré por el más difícil, un autor radical donde los haya: Daniel Sada. Y luego debo nombrar a César Aira, a Juan Villoro, a Alan Pauls, a Rodrigo Rey Rosa, a Ibsen Martínez, a Carmen Boullosa, al jovencísimo Antonio Ungar, a los chilenos Gonzalo Contreras, Pedro Lemebel, Jaime Collyer, Alberto Fuguet, a María Moreno, a Mario Bellatin, que tiene la suerte o la desgracia de ser considerado mexicano por los mexicanos y peruano por los peruanos, y así podría seguir durante un minuto más. El panorama, sobre todo si uno lo ve desde un puente, es prometedor. El río es ancho y caudaloso y por sus aguas asoman las cabezas de por lo menos veinticinco escritores menores de cincuenta, menores de cuarenta, menores de treinta. ¿Cuántos se ahogarán? Yo creo que todos.

4. La herencia. El tesoro que nos dejaron nuestros padres o aquellos que creímos nuestros padres putativos es lamentable. En realidad somos como niños atrapados en la mansión de un pedófilo. Alguno de ustedes dirán que es mejor estar a merced de un pedófilo que a merced de un asesino. Sí, es mejor. Pero nuestros pedófilos son también asesinos."