LA JAULA


SINOPSIS

La vida de Bastián Bastián, un mediocre pasante de notaría, da un vuelco cuando es conducido, por algún motivo que desconoce, a un extraño penal de forma circular y panóptica, con sus puertas abiertas de par en par. En el centro de la prisión hay una torre enigmática, coronada por una campana, desde la que Fierro, un interno convertido en amo y señor de la penitenciaría, puede controlar los movimientos del resto de los internos. A la espera de que algo ocurra, la vida parece haberse detenido definitivamente en este presidio, ubicado en mitad de ninguna parte y a espaldas del mundo. O, como dijo Fernando Pessoa: «¿Hacia dónde imaginar la huida, si la celda lo es todo?»

¿Distopía nihilista?, ¿alegoría de una sociedad en decadencia?, ¿novela de ideas en torno a los conceptos de violencia, libertad y castigo? ¿Acaso un mero drama carcelario? La jaula es la suma de todo ello, sin renunciar a la ironía, a cierta carga poética, a la crítica ecológica, a la presencia de atmósferas oníricas... En todo caso, La jaula admite tantas interpretaciones como lectores posibles.

La jaula ha sido galardona con el premio Premier Roman de Chambéry (Francia), en su 26ª edición y en la categoría de primera novela en español.

¿DÓNDE ENCONTRAR LA JAULA?
 
EN LIBRERÍAS


EDICIÓN EN PAPEL

POR CORREO ELECTRÓNICO
Precio: 10 euros
javierserrano5@hotmail.com

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EDICIÓN DIGITAL

En Amazon (para lectores Kindle)
Precio: 5,87 euros

(pinchar en la imagen)


BOOK TRAILER # 1 - 3' 01''



BOOK TRAILER # 2 - 1' 37''



BOOK TRAILER # 3 - 1' 42''


CAPÍTULO 1
(FRAGMENTO)

EL furgón gris circulaba por la pista recta que atravesaba el paraje desierto. Su velocidad no era excesiva pero sí constante. El paisaje a ambos lados del camino era mínimo, apenas unas piedras sobre la llanura de arena. Un sol implacable castigaba aquella tierra baldía, haciendo imposible la vida en cualquiera de sus formas. 
En el interior del furgón, un grupo de hombres era conducido hacia un lugar que ignoraban. Una luz lánguida se colaba a un lado y otro del vehículo por sendos ventanucos. Enfrentados tres a tres y sin poder levantarse, los seis hombres padecían, amodorrados todavía por el narcótico, el bochorno que hacía dentro del blindado. No hablaban y sus ojos hacía días que se habían habituado a la falta casi total de luz.
Mecidos por el bamboleo, sus cuellos parecían tronchados por el viaje interminable; sus cabezas caían hacia un lado o hacia delante, como flores mustias. El resto de sus cuerpos, bañado en sudor brillante, no había corrido mejor suerte: permanecían sentados, con la espalda pegada al metal caliente; las manos, esposadas; los pies, engrillados y unidos a una gruesa barra de hierro. De rato en rato, hacían algún cambio en sus posturas inverosímiles tratando de que fueran menos incómodas. Cada cambio, por leve que fuera, aliviaba el dolor de sus músculos, pero era solo un instante. Luego todo comenzaba.
Bastián, adormilado, no paraba de darle vueltas al asunto. ¿Qué hacía él entre criminales? Pues qué otra cosa podían ser aquellos hombres sino criminales. Los ojos de Bastián deambulaban entre la penumbra, escrutando a sus compañeros de viaje. En sus caras alcanzaba a ver cicatrices, recuerdos de lances violentos, intemperies; sus cuerpos, amarrados como bestias de carga, los músculos en tensión; las manos, enormes, maravillaban a Bastián: eran aquellas manos las que habían perpetrado el crimen, sin ellas no hubiera sido posible. Pero lo que más impresionaba a Bastián eran sus miradas: había algo en ellas que le producía desasosiego y fascinación a un mismo tiempo. Cuando aquellos ojos, una mezcla extraña de resignación, desprecio y amenaza, se clavaban en los de él, Bastián se sentía como hipnotizado, sin poder apartar la mirada. Después, cuando advertía que su actitud podía ser considerada como una provocación, bajaba la cabeza y se fingía dormido.